23 enero 2017

A la torre de la iglesia de Colunga



Al cielo rauda elevas tu figura,
desafiando al rayo poderoso,
que en continuo zigzag, muy generoso,
trata de hacer añicos tu hermosura.
No cambies tu sitial, ni tu postura
Y di, si lo que en ti vemos de hermoso,
es el don que la amada da al esposo:
la gloria que esperamos, criatura.
¿Qué encierras en tu seno, en tus entrañas?
Bajo ti amanecí siendo cristiano,
recibiendo las aguas bautismales.
Ni al cielo, ni a la tierra tu engañas
y a tu seno, en verdad, trae sus males,
el ser más engañoso, el ser humano.

Cuántas veces el viento en tus oídos
interpretó sus artes musicales.
Cuántas veces los hombres con sus mares
a tu seno llegaron compungidos.
A tus entrañas llegan afligidos
y tratan de escuchar esas verdades,
que eliminen las penas tan fatales
por los grandes pecados cometidos.
Mas tú, fiel y leal, al cielo erguida,
envía como diosa y matrona
cuanto el hombre, de horror y de pecado
cometió a lo largo de su vida.
Por ti suba el dolor a quien perdona
y el baldón vuelva al suelo perdonado.





César Carús Arnáiz