27 mayo 2016

Oración ¡OH SEÑOR!


Dota mi alma, de cordura.
No dejes que mi destino,
en ese torpe camino,
pierda toda su hermosura.

Dale tu ánimo, calor.
Preña el aire con tu aliento
y encuentre, en tal movimiento,
el sueño reparador.

Y, cuando en su despertar,
le entre la duda, vacile,
por favor, Señor, Tú dile:
Sólo consiste en amar.

Tu Palabra será el reto,
para lograr tu amistad.
Gánale con tu bondad
e infunde en ella el respeto.

Si, al final, en Ti confía,
acatarás sus mandatos,
sus pasos te serán gratos
el amor es su valía.

Gracias te doy, mi Señor,
por tan grandioso trabajo.
¡QUÉ MARAVILLA DE AMOR!
Siempre presente en el tajo.

Oculto en ese sagrario,
hoy, te viene a recibir.
Serás, para ella, pan diario.
Alegra su porvenir.

Que bajo tu protección,
permanezca noche y día.
Arropa su corazón,
pues, sin Ti, nada sería.

César Carús Arnáiz

22/05/2016

13 mayo 2016

La Riera, pueblo hermoso y placentero


Hoy, cuando llegué a La Riera,
se escuchaba aquel cantar,
que una neña quinceañera
dedicaba al “so llugar”:

Dicen que La Riera es fea,
porque no tiene balcones;
pero tiene neñes guapes
¡AUPA!
que alegran los corazones.
Para cantar y bailar
La Riera no vale nada,
pero sobre la “llabranza”
¡AUPA!
La Riera lleva la fama.
¡Beber, beber, beber
es un gran placer!
El agua para bañarse,
para los peces, que naden bien.
Cada vez que te emborrachas, Manuel,
Tú, vienes en busca mía, Manuel.
¡Ojalá! te emborracharas, Manuel,
todas las horas del día, Manuel.
¡Ay, Manuelico, Manuel!
¡Ay, Manuelico, Manuel!
¡Beber, beber, beber

es un gran placer!
El agua para bañarse,
para los peces, que naden bien.
Cada vez que te emborrachas, Manuel,
Tú, vienes en busca mía, Manuel.
¡Ojalá! te emborracharas, Manuel,
todas las horas del día, Manuel.
¡Ay, Manuelico, Manuel!
¡Ay, Manuelico, Manuel!

Canta, canta, paisanina,
lanza al aire tus cantares,
que, esa música divina,
mate todos los pesares.

Era, aquella sinfonía,
un alegre despertar
que aquella neña ofrecía
de manera singular.

Desperté de aquel embrujo
y volví a la realidad.
Aquel lugar era un lujo,
para mi curiosidad.

Me encumbré a un altozano
y contemplé el panorama.
Era un día de verano.
Las aves de rama en rama.

Tomé asiento en unas rocas
y, en aquella lejanía,
fui recordando, no pocas
escenas que yo sabía.

El tramado de caminos
surge a la primera vista.
O ¿quizás es que el destino…
pone al alcance otra pista?
La verdad que no era fácil,
transitar aquellas calles.
Además, era difícil,
si se entraba en más detalles.
Fue dura la solución,
mas luchando con destreza,
encontramos la razón,
para salvar la torpeza.

Y, como no, el alumbrado;
que no nos falte de noche.
El consumo saturado…
quizás nos lleve al derroche.

¡Cuántas citas y problemas
nos trajo el repetidor,
mas resueltos tales temas,
con una buena labor.
Días, semanas y meses
en continuo ajetreo,
llorar, sonreir a veces;
pero eres el pato feo.
De pronto se abre una luz
paso entre tanta tiniebla
y por aquél tragaluz,
desaparece la niebla.
Un día, el otro también,
pendiente estás del buzón
y, al siguiente, dicen: ¡Ven!
llegó la televisión.

¡Qué difícil es aislar
el dicho de los mayores!:
para atrás nunca mirar,
pues es causa de dolores.
Hemos puesto gran empeño,
asfaltando el cementerio.
¿Les despertaste del sueño
revelando tus misterios?
¿Todos están ya, Señor,
en tu casa, en tu morada?
¿A todos el mismo amor
y esa dicha tan ansiada?

Aquí, no podían fallar
las fiestas, en mi memoria.
¿Cómo se van a olvidar
tantos momentos de gloria?
Mi saludo a la Patrona,
Nuestra Señora del Carmen.
Madre mía, mi alma entona
un canto en tu honor. Amén.
Dios te salve María
del Carmen bella flor
Salve, esperanza mía
Salve, raudal de amor
Virgen del Carmen bella.
Madre del Salvador.
De tus amantes hijos,
oye el cantar de amor.

Tres sacerdotes acceden
a mi propio pensamiento.
Los tres asimismo vienen
a dar al pueblo su aliento.
El uno, Don Severino.
Un sacerdote ejemplar.
Número dos, Don Segundo.
Sembrando bondad y paz.
Y tercero, Don Gaspar.
A todos y contra viento
les conduce ante el altar
y calma su sufrimiento.
Mas en mi mente un lunar
que ocupa toda mi vida
¡Fue muy duro de arrancar;
¡JAVIER!
pues Dios te llevó enseguida.

Siempre con consentimiento
del Señor Cura de turno,
pusimos en movimiento
un local social, diurno.
En ese mismo local
celebramos los bautizos
y también en plan formal,
pincheos, cumpleaños castizos.

Se hizo el dragado del río.
Abundante agua en las casas.
Un parque con poderío
y la carretera en trazas.

Señor Cura, Don Gaspar,
los vecinos de estos lares,
y otros que saben amar
fueron los propios pilares,
para erigir en mi honor
esa placa, con su esfuerzo.
La mejor prueba de amor.
¡Que jamás la destroce el cierzo!
Ese grandioso regalo
llenará toda mi vida.
Gracias, gracias, nada malo,
al final de la partida.

Imposible fue alcanzar
solución a las Escuelas,
y a tal maravilla dar
salida a tantas secuelas.
La desgracia de sufrir
políticas tan aviesas,
nos llevan a recibir
un cúmulo de tristezas.
Fueron muchos, muchos años,
todos formando una piña.
¿Cuántos fueron los apaños
librando tan torpe riña?

Con este peregrinaje,
quizás, más en el tintero,
pongo final aquel viaje,
que he realizado, el primero.

En la cima de ese roble,
que culmina aquel otero,
con gran belleza y redoble,
me señalaba un jilguero:
Mira la tarde fenece.
La noche en su  caminar.
El crepúsculo aparece
y se ilumina el  “llugar”.
En busca de mi destino
las horas que se relevan.
Te he encontrado en el camino,
hasta más tarde, galán.

Con esto, no os digo adiós.
Sí, hasta la próxima vez.
No pueden discutir dos,
si uno no quiere, rediez.


César Carús